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19 noviembre, 2011

Tú y yo hacemos lo que queremos y no queremos ser como los demás.









Caminaba por la calle  a eso de las 8 de la tarde. Vaqueros rotos, botas y jersey. Él la observaba caminar, siempre sonreía a cada paso de gesto que daba.  Caminaba con ritmo y de vez en cuando tatareaba alguna canción.
-¡Eh, pequeña! ¿Tienes fuego? 
Aquella chica de ojos verdes miró a su alrededor, intentando descubrir de donde procedía esa voz.
-No, yo no fumo. –contestó tras reconocerle. “Mierda, es él… y yo con estas pintas.”
Una carcajada.
-¿De veras? ¿Y dónde ha quedado aquella chica mala? Verás, antes solía sobresalir de tu bolsillo un paquete de Lucky…
-Las cosas cambian, y las personas también.
-Pues yo sigo viendo a la misma enana de siempre. –y sonrió. “La misma enana que pone mi mundo patas arriba” Pensó.
Él se acercó a ella, a dos centímetros de sus labios. Ella se apartó rápidamente. Otra carcajada.
-¿Me has echado de menos?
No quería aceptarlo, pero aquel chico moreno le volvía loca.
-Ahora el que bromea eres tú, ¿no? ¿Echarte de menos? Por favor… -y una sonrisa se le escapó de la cara.
-Yo a ti sí, pequeña...
No sabía cómo lo hacía, pero aquella chica de ojos verdes siempre le hacía tragarse el orgullo. Él se acercó a ella, se inclinó y besó sus labios. Ésta se apartó durante un instante pero luego se dejó llevar.
Era inevitable y no querían aceptarlo. Pero estaban locos el uno por el otro.