Ella tiene, ¡uh! Ella tiene un don

Agarrando mi mano, casi arrastrándome me conduce a aquel centro comercial lleno de ropa cara y de marca,  donde los precios en cada tienda no bajan de los 100 euros.

-¿Pero qué hacemos aquí, pequeña? Te crees que yo tengo el suficiente dinero como para gastarme si quiera una camisa en este sitio?

-Shhh, cállate, que ya estamos llegando.

-Pero, ¿a dónde? ¿Dónde me llevas? Uy uy uy que miedo me das…

Me golpea suavemente, con cariño.

-No seas tonto.

Y se ríe, con esa sonrisa que tanto me enloquece.

-Cierra los ojos.

-Vale.  –no le hago caso y continúo con ellos abiertos.

Se da cuenta, me vuelve a golpear.

-En serio, hazme caso. Que si no se va toda la magia.

Me rindo.

-De acuerdo…

Caminamos un rato, no sé donde me lleva. Pero el caso es que el ruido de la multitud ha desaparecido. Ahora lo único que se escucha es el viento y su risa traviesa.

-Ya está, abre los ojos.

Los abro. No puedo creer lo que veo.

-Guau, este sitio es increíble. ¿Cómo lo has descubierto?

-Mi familia solía venir mucho a este centro comercial y yo me iba siempre a dar una vuelta y, un día, encontré esto.

Es precioso.  La luz del atardecer ilumina esa pequeña cueva llena de ramas de árboles con grandes hojas verdes. Un agradable olor, como a lluvia, envuelve el lugar. Me quedo un rato observando mi alrededor, alucinado por aquel sitio tan precioso que me había mostrado. Y de repente se sienta al lado mío. Y me mira. Con intensidad, con hambre. Se acerca a mí, rozando nuestros labios pero sin llegar a tocarnos. Y me dan ganas de comerla a besos. Pero ella sigue quieta, con sus labios rozando los míos. Y entonces intento besarla, pero ella se aparta.

-¿Qué pasa?

Se ríe, pilla. Pero dos segundos después se vuelve otra vez seria. Me mira a los ojos.

-          -Dímelo.

-         - ¿El qué?

-          - Por favor, no te hagas el tonto. Ya lo sabes. Di esas dos palabras que tanto me gustan.
  Me río, ya sabe que la quiero. Pero yo se lo repito, no me arrepiento de hacerlo.

-          -Te quiero. 
  Y ella sonríe. Y esta vez  sí que me besa. Pero como nunca antes lo había hecho. ¿Qué si me gusta? Me encanta. Y no entiendo por qué tanto entusiasmo. Pero es increíble. Y por primera vez dejo que sea ella quien haga lo que quiera. Y seguimos fundiéndonos en besos, sonrisas, caricias y mordiscos. Y me entran escalofríos. Y recuerdo aquella frase de una canción “ella tiene ¡uh! Ella tiene un don” y, en este momento, no hay ninguna frase que la defina mejor…